"¡Esperen un momento! ¡se equivocaron de persona! ¡No soy Jessica Smith, soy Raúl López! ¡Su vecino! ¡Soy un hombre!", gritó Raúl, forcejeando para zafarse del agarre de los guardias mientras lo llevaban a su nueva celda con desprecio. "
Por mas que suplicaba con su nueva y delicada voz, sus gritos no eran más que ruido sordo para los guardias.
Los guardias simplemente rieron, divertidos al ver como su nueva presa se retorcia sobre sus agarre.
Uno de ellos, un bruto de bigote grueso, se burló con desprecio. "Sí claro, tú eres un hombre, y yo soy 'Megan Fox'", se burló, entre comillas. "¡Entra ahí, pedazo de porquería!", dijo, empujando bruscamente a Raúl dentro de la celda.
La pesada reja metalica se cerro de golpe tras Raúl, resonando en las frías y grises paredes de hormigón de su nueva celda. Se tambaleó, recuperando el equilibrio en la desconocida y menuda figura de Jessica Smith. Su cuerpo se sentía extraño, débil e indefenso comparado con su musculosa complexión. Tambaleándose, agarró el frío metal de las rejas mientras miraba a los guardias a través de las rendijas.
"¡Deben Creeme! ¡Estoy diciendo la verdad! ¡No se como paso, pero de un momento estaba estaba yo en este cuerpo" La voz de Raúl, inesperadamente suave y melódica, resonó en la celda. "¡Miren, escuchen! ¡Nunca e coletido ningun crimem, lo juro!".
Los guardias, impasibles ante las súplicas desesperadas de Raúl, intercambiaron sonrisas burlonas. "Oh, claro, te creemos", dijo uno de ellos arrastrando las palabras, apoyado en la pared del pasillo. "Ustedes dos mágicamente intercambian cuerpos justo antes de entrar a pricion,¿eh? Bueno, ¿no es conveniente?" Resopló, claramente disfrutando del aprieto de Raúl.
Los ojos de Raúl se abrieron de par en par con creciente desesperación. Necesitaba convencerlos de su inocencia, hacerles entender que se trataba de un desastre. "¡Por favor, no soy quien creen! No robe, no asalte, no acesibe a nadie!!! ¡¡¡Soy inocente!!" Grito raul al ver como los dos guardias se alejaban riendo.
"Es lo que todas dicen al entrar aquo lindura, que todas son inocentes" dijo una voz femenina detrás de Raúl.
Raúl de giró, con el pecho agitado por el pánico, y se encontró cara a cara con una mujer negra. Sus ojos marrones brillaban con una excitación depredadora mientras recorrían la esbelta y afeminada figura de Raúl, deteniéndose en la suave curva de sus pechos.
La espalda de Raúl golpeó la fría pared de hormigón, atrapándolo en un rincón mientras la mujer se acercaba, su altura y su actitud dominante intimidaban en el reducido espacio. Raul no tenía adónde correr, dónde esconderse del ansia en su mirada.
"Hola, lindura" Ronroneó, su aliento caliente rozando la mejilla de Raúl mientras extendía la mano para acariciarle la mandíbula con un dedo. "Si que eres guapa, lindura. Apuesto que traeras algo de emocion a este lugar". Dijo con con la voz llena de deseo.
A Raúl se le erizó la piel al comprender la magnitud de su vulnerabilidad, atrapado en esa celda pequeña e implacable con un desconocido que disfrutaba de su situación. "Dejame en paz por favor..." pidio Raúl sin tener a donde ir.
"Oh créeme lindura, si no soy yo quien cuide de ti, cera otra chica quien no le importará lastimarte" amenazó la mujer negra con una sonrisa separada formándose en su tostro, al llevar una de sus manos a la cintura de Raúl.
El pánico recorrió las venas de Raúl al comprender que no había escapatoria, ninguna manera de deshacer este cruel giro del destino. La mujer negra se cernía sobre él, su aliento caliente contra su piel mientras se inclinaba, sus labios a centímetros de los suyos.
El corazón de Raúl latía con fuerza en su pecho, un intento inútil de escapar de la fatalidad inminente.
"A partir de ahora seras a ser el nuevo juguete de pink" dijo ma mujer negra acariciar el delicado rostro de Raúl.
Él se estremeció, pero su agarre era inquebrantable. Lágrimas de desesperación y humillación brotaron de sus ojos al comprender la realidad. Estaba atado para siempre a ese cuerpo diminuto y sexy, y ahora, a los caprichos de su compañera de celda.
Los dedos de la mujer recorrieron el cuello de Raúl, la sutil curva de su clavícula, y se posaron en su cadera. Él se retorció, pero su agarre solo se intensificó, sus uñas clavándose en su suave piel. Un gemido escapó de los labios de Raúl, no de placer, sino de profunda angustia. En ese instante, supo que su vida, como antes, había terminado. La prisión acababa de recibir a un nuevo residente, Raúl López, atrapado para siempre en el cuerpo de Jessica Smith.
Mientras tanto...
Jessica, ahora con la musculosa figura de Raúl, entró en su antiguo apartamento, con una sonrisa pícara extendiéndose por su nuevo rostro. La mirada de Jessica se desvió hacia el armario, donde había guardado gran parte del dinero robado en la mancion de un ricachón.
Sus nuevas manos, fuertes y hábiles, se cerraron sobre el escondite. Una emoción la recorrió al comprender la verdadera magnitud de su recién adquirida riqueza. Empezó a rebuscar en el armario, apartando ropa para alcanzar la bolsa de lona llena de billetes nuevos. Su amplio pecho se agitó con anticipación al abrir la cremallera, el crujido del papel era música para sus oídos. La mente de Jessica revoloteaba con las posibilidades: vacaciones exóticas, ropa de diseñador y los lujos más exquisitos que el dinero podía comprar. Siempre se había sentido atraída por el encanto de la riqueza y el poder, y ahora, gracias a al magico cristal de "Abigail" qie compro en una tienda magica, ella tenía la clave de todo.
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